ARCO Madrid 2020, TÚLIO PINTO

Túlio Pinto (Brasilia, 1974)  construye su investigación artística por medio de la fuerza de los contrarios, generando tensiones que desafían las leyes físicas como la gravedad, a la vez que se mantienen en perfecto equilibrio. Esta armonía es alcanzada a través de la ponderación perfecta de las masas, volúmenes y densidades de materiales de naturalezas y comportamientos opuestos como el cemento, el hierro, la roca, el vidrio, el plástico y/o el agua en forma de hielo.

 

 

 

EVRU | ZUSH, Volver a Ser

Con la exposición “Volver a ser”, Evru/Zush regresa a la escena artística después de un retiro forzado por asuntos de salud. 

 

Nos encontramos ante una gran serie de dibujos a lápiz de pequeño formato, en los que ha trabajado obsesiva y exclusivamente estos últimos años. En estas obras, presenta seres híbridos con cara humana y cuerpo de serpiente. Estas figuras revelan organismos metamórficos a través de un estilo onírico que mezcla realidad y fantasía. Las figuras se estructuran mediante una red de nervios, venas o canales linfáticos en los que palpitan sus pulsiones y humores tales como la vitalidad, la atracción por la muerte, los placeres corporales o la sexualidad, filtrados a través de una espontaneidad primitiva, intuitiva. Estas obras le han servido como método de terapia artística o desahogo catártico de sus propios sentimientos a partir de la expresión de su  estado de animo en cada momento.

En 1968 el joven artista Albert Porta decide convertirse en Zush y llevar a cabo una estrategia de auto-curación creativa tras su paso por el hospital frenopático de Barcelona, debido a la posesión de cannabis. Asimismo, crea el Evrugo Mental State estableciendo un territorio de ficción en que personaliza símbolos universales asociados a la idea de Estado. De esta manera, crea su propio alfabeto (el asura), su moneda (los tucares), así como su himno, su bandera y su pasaporte. Durante 33 años utiliza el nombre de Zush, pero, a partir de la exposición retrospectiva del MACBA en el 2001, se despoja de este alter ego. Esta desaparición de Zush da paso al nacimiento de Evru, definido por él mismo como ArtCienMist, neologismo que engloba los conceptos de artista, científico y místico y que se enfoca en las nuevas herramientas tecnológicas y lenguajes digitales.

Durante el proceso creativo de la presente exposición, Evru/Zush advirtió que los dibujos en los que estaba trabajando correspondían a la estructura iconográfica de las representaciones de las Nagas, deidades hindúes con faz y torso humano, generalmente de mujer, y cuerpo de serpiente. De esta manera, el constante deseo de volver a ser de Evru se materializa, en la presente exposición, en la representación de serpientes, seres que como el propio artista, mudan la piel en un proceso natural de renovación y crecimiento. Esta voluntad de transformación es una constante en su carrera, a través de momentos de inflexión que le permiten reflexionar sobre conceptos como la identidad, la alteridad o el paso del tiempo. Así, el deseo de muerte y renacimiento es la declaración de intenciones de un artista transgresor e inclasificable que se niega y reafirma cada vez más rotundo e inmortal.

La obra de Evru/Zush se ha exhibido en los museos e instituciones de todo el mundo. Ha participado en exposiciones históricas como la Bienal de Sao Paulo de 1967 y en 1979, en la Documenta VII de Kassel 1977 o Les Magiciens de la Terre organizada por Jean Hubert-Martin, del Centre Pompidou en 1989. En 1975 es becado por la Fundación Juan March y en los 80 recibe una beca del DAAD y comienza a aplicar la tecnología digital, acuñando el termino de PsicoManualDigital, que recibe el premio Laus en 1999. En 2019 ha participado en la 16ª Bienal de Estambul comisariada por Nicolas Bourriaud. Su obra forma parte de reconocidas colecciones privadas y públicas como la del Centre Georges Pompidou de París, el Guggenheim (New York), el MoMA (New York), la Fondation Cartier (París), el MNCARS (Madrid), el MACBA (Barcelona) o el IVAM (Valencia).

 

 

ARTÍCULOS DE PRENSA

Adrián Balseca presenta Suspensión I

<<Suspensión I>> revisita el imaginario de una tierra exuberante y paradisíaca «País de la Cucaña», transgrediendo el popular juego de épocas coloniales, conocido en la región sudamericana como «cucaña» o «palo encebado». Un alto tronco de árbol de balsa, endémico de las selvas subtropicales del Ecuador, ha sido talado y de él suspenden, en medio de un bosque amazónico, recipientes que contienen combustibles fósiles locales. La imagen del liviano pero fuerte tronco (el más ligero de su tipo) es el vehículo lúdico que soporta y cuelga los «trofeos» del progreso moderno.

El paradigma energético alimentó los sueños emancipatorios de las sociedades modernas; el trabajo artístico de Adrián Balseca contrapone al ímpetu de acumulación e individualismo del capitalismo tardío, otras formas de ser y estar en el mundo que incluyen la solidaridad, el colectivismo, la materialidad y el cuestionamiento de la riqueza como forma de poder basado en la extracción de energías fósiles.

Adrián Balseca «Grabador Fantasma»

Con Grabador Fantasma (2018), Adrián Balseca cuestiona la materia- lidad del mundo en la era del Antropoceno. En la actualidad, cuando la influencia de la actividad humana sobre la Tierra se volvió una fuerza geológica mayor, capaz de marcar de forma irreversible el ecosistema planetario, Balseca actúa y se involucra como artista para generar una obra simbólica de estos retos sobre el territorio ecuatoriano.

La práctica artística de Balseca es una práctica no-moderna, en el sentido de Bruno Latour (1991),1 en el cual lo utilitario, lo utópico y lo poético nunca están claramente separados. Efectivamente, según Latour, los modernos nunca dejaron de crear objetos híbridos, que no sólo pertenecían al mundo científico o técnico, sino que participaban de lo político, lo cultural o lo económico. Sin embargo, al crear estos objetos, los modernos se negaron a pensar su hibridez, permaneciendo en una representación del mundo basada en la “Gran División” (Latour 1991) entre naturaleza y cultura.

En oposición con este orden moderno, Balseca sobrepasa sus divisiones disciplinarias-ontológicas y desafía el estatus extra- territorial del arte. El punto de partida de Grabador fantasma es la película Fitzcarraldo (1982) del alemán Werner Herzog, que cuenta la odisea de Brian Sweeney Fitzgerald al inicio del siglo XX.

Este empresario aspira hacer una fortuna con el caucho y, a la vez amante de la música, sueña con construir una edificación para la ópera en la selva amazónica. Lo que le llama la atención de este emprendimiento desmesurado a Balseca es la estética fuera de lugar y visualmente desconectada de un gramófono sobre un barco que erra en el medio de la selva. Sin embargo, al reconstituir el aspecto visual de la escena, voltea el “régimen colonial” al modificar su dimensión sonora. De hecho, en la obra de Balseca la función del gramófono está invertida; en vez de callar al bosque y a sus habitantes, al difundir un aria de ópera en medio de la selva silenciosa, capta los sonidos del bosque, a la escucha de los sonidos humanos y no humanos.

A través de este gesto provocativo, el artista denuncia la concepción burguesa de la autonomía del arte, esta no-relación ilustrada por el aria de ópera del tenor italiano Enrico Caruso.2 Basándose en este filme, su director y el personaje principal, Balseca muestra esta concepción del arte como una formación histórica específica perteneciente a un sistema moderno y colonial de división. El segundo giro que realiza Balseca, al borrar el personaje principal de la obra y al reutilizar la tecnología del gramófono para “escuchar” a la “naturaleza”, es la demostración de que todo signo artístico está cargado con fuerzas de actores no-humanos, operando como un dispositivo de traducción de procesos materiales y cósmicos.

Sandra Vásquez de la Horra solo presenta Solo Show en Artissima Torino 2019

Sandra Vásquez de la Horra ha desarrollado una obra poética que ilustra narraciones inspiradas en los recuerdos, en el inconsciente y en la sexualidad. Desde el predominio de la figura femenina, su obra delata la personalidad de la artista a través de un lenguaje sintético basado en la huella, en la tipografía y en la austeridad. En la presente exposición, Sandra Vásquez de la Horra enfoca su producción en la tradición mística y religiosa de la Península Ibérica marcada por la leyenda negra y por las tradiciones populares ancestrales. Por otro lado, Vásquez de la Horra también ha comenzado a elaborar obras tridimensionales construidas en papel con superficies dibujadas. La plasmación de sueños infantiles plagados de animales y espesura silvestres deviene en una obra mágica que nos transporta a una relectura de sus ensoñaciones.

 

GLENDA LEÓN, Mecánica Celeste

Glenda León crea obras de arte en distintos lenguajes tales como videos, fotografías, instalaciones o intervenciones públicas en los que examina la relación de elementos artificiales y naturales de manera que objetos corrientes se transforman y revelan su poder metafórico. Esta capacidad de creación de nuevos significados a través del proceso de contextualización, manipulación y asociación de los objetos sirve de caja de resonancia para cuestionarse grandes preguntas.

En Mecánica Celeste, la artista potencia una visión holística del Universo: todos los seres fuimos concebidos por la misma energía con que fue creado el Cosmos. Así, la artista se sirve de un elemento ínfimo como el polvo de las alas de mariposa para proponer un viaje metamórfico que suscita cuestiones ontológicas y epistemológicas. Glenda León amplifica las cualidades de un material frágil en una acción, casi científica, de descubrimiento y de deconstrucción de una mariposa a partir de etapas de acercamientos y escalas. Una de sus partes más ínfimas, el polvo de sus alas, es tomado como material para representar paisajes cósmicos imaginarios. La artista se inspira en el segundo axioma del Kybalión a partir de las enseñanzas de Hermes Trimegisto  –“como es arriba es abajo”– para reflexionar sobre la naturaleza, su fuerza y su presencia, como parte de ese todo indisoluble al que pertenecemos. Estas piezas se agrupan en una serie bajo el título de Cuerpos Celestes, inspirado por Cartas Celestes, obras abstractas de la artista cubana Loló Soldevilla de mediados del siglo XX.

El uso del polvo de alas de mariposa en la obra de Glenda León se inscribe dentro de esa línea de su trabajo en la que cuestiona la representación de la realidad por medios tradicionales y asume el empleo de materiales no convencionales  como su propio pelo, flores, plumas, cintas de cassete, chicles o arena. Así, el medio se transforma en el mensaje en un sentido más analógico de lo que Marshall McLuhan expresara en sus escritos. De esa manera, la mariposa es un símbolo de empoderamiento de aquello que mal llamamos ‘débil’ pero que simplemente es ‘frágil’; una fragilidad incrementada –en este caso–, por el impacto negativo de la explotación de los recursos naturales. Quizás no se valora en toda su magnitud la importancia de la existencia de las mariposas en elementos vitales tales como la contribución a la polinización de las flores, la inclusión en la cadena trófica como alimento para aves o mamíferos insectívoros e incluso como índice de referencia para los estudiosos de la salud de los ecosistemas.

Complementa su obra una aproximación poética a los contenidos –tan inusual en el arte contemporáneo actual– y que la artista considera necesaria ante la superficialidad que constantemente nos rodea. Glenda León nos presenta su visión de la vida como un camino de crecimiento espiritual y del papel que el arte puede tener en este proceso. La inmensidad representada por las alas de este pequeño ser puede convertirse en un espacio al cual mirar para reencontrar, o recordar, la belleza infinita que nos circunda y, en ocasiones, permanece oculta a nuestros ojos.

Oleg Dou

LAB 36 presenta una nueva exposición de Oleg Dou (Moscú, 1983) con una muestra en que abandona el formato cuadrado a través de retratos de personajes de apariencia híbrida que aportan formas novedosas a la tradición iconográfica contemporánea. 

Oleg Dou toma de la cultura occidental su interés por el retrato. Históricamente, la preservación de la memoria sobre una persona estaba estrechamente relacionada con la evaluación moral de la representación. Es decir, tradicionalmente solo se retrataba a aquellos que eran dignos de serlo. En cambio, el trabajo de Oleg Dou desarrolla la representación del cuerpo como objeto de subversión a través de la captura fotográfica y del retoque digital. De esta manera, personajes ficticios con aspecto pálido nos cuestionan los conceptos de belleza, perfección e inocencia y nos aproximan a la estética de lo extraño. Con un trabajo de extrema pulcritud, pero con aspecto raramente vital, el artista refuta la percepción de lo que define a la inocencia y la juventud. En un mundo donde la artificialidad y la hiperrealidad son cotidianos, Oleg Dou nos hace sentir que lo bizarro forma parte de aquello intrínsecamente humano. En una entrevista con la Zoom Magazine, el joven fotógrafo comentaba:

“Utilizo la naturaleza artificial de la fotografía digital como instrumento para alcanzar un punto de encuentro entre opuestos como vivo y muerto o bello y repulsivo. Así, busco extrapolar el sentimiento de presencia que tienes cuando caminas entre maniquíes de plástico”.

En su nueva serie “Reborn”, Oleg Dou da un paso más y añade nuevos elementos compositivos a su lenguaje. Paralelamente a los retratos, se añade la flora y la fauna en la temática fotográfica  y también se presentan bodegones o naturalezas muertas de tipo clásico. De nuevo, nos enfrentamos también a elementos turbadores como la inserción de elementos sexuales en emplazamientos desubicaos o inesperados. Cada foto captura una belleza artificialmente creada a través de la representación de formas simples y elementos vegetales pero arruinada al mismo tiempo. Asimismo, nos encontramos con personajes con atributos procedentes del reino animal que no remiten a la condición salvaje del ser humano ni a su dimensión brutal, si no que transforman los personajes de la serie en una suerte de estampas insólitas que combinan lo irreal  e inquietante con una nueva forma de iconografía mitológica.

Oleg Dou realizó sus estudios en la Moscow State Institute of Steel and Alloys (2001-2006). Tuvo su primera exposición individual en la galería Le Simoun de Paris, a los 23 años. En 2007 fue galardonado con el International Photography Awards y el International Color Awards y en 2009 con el Arte Laguna Art Prize, que le merecieron la atención de la comunidad artística internacional. Desde entonces, su obra ha sido incluida en numerosas exposiciones individuales y colectivas en distintas instituciones de Europa y Norteamérica, y entre las que figura Atopía en el Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) en 2010 o la individual en el Multimedia Art Museum de Moscú en 2012.

CATALINA JARAMILLO, Más pesado que el oro

Con esta nueva serie de acuarelas la artista colombiana se inspira en los conocidos tapices de «La Dama y el unicornio”, título moderno que se da a un ciclo de tapices flamencos de finales del siglo XV. Se dice que cada uno corresponde a uno de los cinco sentidos y el sexto que tiene la inscripción “À mon seul désir” a veces se le asocia al amor o al deseo.

Catalina retoma algunos de los símbolos principales de los tapices y los asocia a los peldaños de la transformación alquímica teniendo como referencia algunos textos de Jung y varios tratados alquímicos. En cada dibujo, el unicornio como alquimista se va purificando a través de los sentidos, y son los personajes quienes van asumiendo la transformación.

AITOR ORTIZ

Aitor Ortiz ha desarrollado una sólida carrera artística cuestionando los limites de la fotografía de arquitectura. La representación del edificio no se afronta desde un punto de vista documental sino que la imagen remite a cuestiones metafotográficas vinculadas a la ejecución de la fotografía o a las posibilidades formales de la propia representación. Con este planteamiento, su trabajo se ha ampliado hacia un ámbito expandido que incluye el proceso de construcción y de percepción de la imagen.

Ante su obra, el espectador se enfrenta a construcciones arquitectónicas desnudas donde no se encuentran huellas humanas ni elementos que sirvan para contextualizar estas edificaciones. La reducción a estructuras sin referencias estilísticas crea la duda si el edificio se encuentra en fase de construcción o de degradación. Esta extirpación de todo lo accesorio provoca que las composiciones tengan un marcado carácter geométrico que potencia el componente estructural de los edificios, atendiendo a su regularidad y simetría. La arquitectura abandona de este modo su tercera dimensión y deviene en una representación bidimensional y abstracta que enfatiza su vertiente monumental.

Aitor Ortiz también presenta una evolución de su trabajo a través de la combinación de lenguajes artísticos. El artista no considera las técnicas artísticas como sistemas cerrados, sino mecanismos preliminares de creación. Nos encontramos con esculturas tridimensionales realizadas con superficies fotográficas en las que el autor transgrede las categorías tradicionales y extiende su experiencia más allá de los limites del lenguaje de la fotografía. Esta hibridación dota a su investigación sobre la  naturaleza y autonomía de la fotografía de un proceso dialéctico que cuestiona y modifica sus propios términos.

Por otro lado, las fotografías de la serie Amorfosis surgen de un acontecimiento concreto que condiciona una arquitectura y que revela elementos estructurales ocultos o un determinado momento constructivo, como un incendio por ejemplo. Aitor Ortiz registra esta información documental para volver a construir posteriormente con ella y desvincularla de su inminente obsolescencia. Así entra en confrontación el propio elemento constructivo, la reconfiguración que el espectador hace de la fotografía con las tensiones entre el objeto de nueva construcción y lo que muestra la imagen.

La observación de las propiedades de las estructuras fotografiadas en Amorfosis fueron el germen de las series Net, Umbral y Noúmenos en las que Ortiz abandona la temática arquitectónica evidente para centrarse en la capacidad de representación de las imágenes mismas, así como en la relación de la escala con la representación a través procedimientos industriales aplicados a la construcción de la imagen. De esta manera, Aitor Ortiz continua su investigación sobre la disolución y transmutación de la representación fotográfica a través de las propiedades físicas de los soportes.

Art Brussels 2019

Galeria Senda participará en Art Brussels 2019 con obra de los artistas  AES+F, Stephan Balkenhol, José Pedro Croft, Peter Halley, Yago Hortal, Catalina Jaramillo, Ola Kolehmainen, Glenda León, Túlio Pinto, Alexis Rockman Gino Rubert y Sandra Vásquez de la Horra.