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#SendaInTheCity
VOLUME I
“Normalmente comienzo el día dibujando”, dice Anthony Goicolea en su estudio en Williamsburg, Brooklyn. “Con el tiempo, uno de esos dibujos me cuenta una historia, luego se convierte en pintura”.
El artista radicado en Nueva York, cubanoamericano de primera generación, nos invitó a su luminoso estudio una tarde de domingo en la ciudad de Nueva York.
Haciendo uso de una variedad de medios, Goicolea explora temas que van desde la historia e identidad particulares, pasando por la tradición y el patrimonio cultural, hasta la alienación y el desplazamiento.
Su obra diversa abarca autorretratos manipulados digitalmente, paisajes, cuadros narrativos ejecutados en una variedad de medios, que incluyen fotografías en color y en blanco y negro, instalaciones de escultura y video, y dibujos de varias capas en Mylar.
@anthonygoicolea x @galeriasenda
Al entrar, la atmósfera del estudio me cautiva inmediatamente. En el corazón de Brooklyn, iluminado por un radiante sol de media tarde, nos reciben algunas de las piezas más recientes de Goicolea expuestas alrededor del espacio. Todos ellas dialogan entre sí creando al principio un aura de contemplación y al cabo de unos minutos, de debate.
Anthony se mueve cómodamente por la habitación seleccionando diferentes cuadros y llevándolos de un lugar a otro para tener una mejor vista de ellos. Su espíritu activo y enérgico nos guía con gracia por el estudio, mostrándonos sus últimas creaciones y permitiéndonos adentrarnos en su espacio creativo más personal.
En ‘Crossing, 2021’, un óleo sobre lino de 2020, cuatro figuras visibles se paran frente a un bote inflable lleno de bicicletas viejas, otras dos figuras de pie – detrás – se confunden con el fondo.
Como artista curioso e inquieto, Goicolea siempre anda en búsqueda de nuevos desafíos. Noté la gran variedad de tamaños de los lienzos y descubrí que las dimensiones no eran aleatorias. Anthony construye sus propios lienzos para dar vida a los cuadros, facilitando el proceso de proyección de sus dibujos sobre la tela de una forma más personal y cercana.
En series pasadas, muchas de las imágenes carecían de seres humanos. En esas obras, primitivos cobertizos y chabolas toscamente construidas conviven en incómoda unión con los vestigios tecnológicos de una sociedad industrializada. Estas imágenes escalofriantes, que sugieren un mundo al borde de la obsolescencia, cimentan aún más el trasfondo omnipresente de la alienación humana, entre sí y con el entorno natural, que se puede rastrear a lo largo del trabajo del artista.
Sin embargo, parece que Goicolea ha entrado – o revisitado – oficialmente una etapa en la que su propia historia personal se convierte en la raíz de su inspiración al explorar, una vez más, sus raíces y herencia familiar con una perspectiva técnica diferente.
Estas imágenes conmovedoras, casi cinematográficas, se caracterizan por una ferviente búsqueda de conexiones ancestrales y sociales con su tierra natal: Cuba, que revelan nostalgia por un pasado que el artista no experimentó y una sensación de dislocación y extrañamiento cultural.
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