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Cristal house -que significa la casa de cristal- es el nombre de un caballo de carreras. En su nuevo proyecto, Anna Malagrida recurre a la fotografía, al texto y al vídeo para llevar a cabo una tentativa de agotamiento de un lugar: una casa de apuestas de carreras de caballos situada en el centro de París. Desde la calle, a través de los grandes ventanales, fotografía los movimientos repetitivos y la espera de los jugadores. Situada en el interior de la sala, va al encuentro de éstos y los escucha. Atraídos por las grandes megalópolis, la gran mayoría de los que apuestan son migrantes que llegan de todo el mundo soñando con una vida mejor. La noción de sueño y de esperanza intrínseca a todo jugador, se desdobla en este trabajo en la imagen del que emigra.
Un extraño juego de reflejos sitúa al espectador frente a las esperanzas de los desventurados. Sus palabras, reproducidas en los fragmentos de los textos, dibujan las vidas y los sueños que convergen en este lugar de encuentro y de juego. Desde el interior de esta casa de cristal la cámara filma un fragmento de la vida de la calle a través de los ventanales y muestra el movimiento de la ciudad revelando así su multiculturalismo y su ritmo intenso. Se trata de una tentativa de descripción de todas las cosas y eventos cotidianos que alcanza a registrar la cámara a través de los puntos de vista que ofrecen las ventanas, convirtiendo a su vez la casa de apuestas en el teatro de la esperanza y la ciudad en su decorado. Atractiva, promesa de una vida mejor, la metrópolis que reúne a individuos venidos del mundo entero es un espacio de tránsito, de cruces aleatorios y multiplicador de soledades.